Un niño descubre el mundo
El
pasado Sábado tuve una experiencia,
una más en mi ya larga vida y recibí una lección. ¿Quién me dio esa
lección?, un niño de escasamente dos
años de edad. ¿En qué consistió esa lección?. Me dio a entender que al
mundo como primero nos tenemos que enfrentar es con la sonrisa en la boca,
naturalidad y mirada abierta, despejada y curiosa.
Las relaciones humanas, tienen que ser francas, se acerca a ti,
que no eres de su familia directa te mira con esos ojos de niño puros, limpios
e inquisidores; le gustas, tiende a
acercarse más a ti, y si tiene
correspondencia en tus ojos, él te sonríe, un primer paso esta dado. Puede que en principio, no le gustes o no
te conoce bien, se aleja a hacer otras gracias o juegos, pero no deja de
mirarte, cuando tú menos te lo esperas, te observa a su manera. La observación
es la base fundamental de la formación de su carácter. Los mayores deberíamos mantener esta manera innata de ser, debidamente
tamizada por la experiencia, para
facilitar y enriquecer las relaciones humanas.
Su relación con las
cosas, el niño tiene
cosas porque le son útiles. Hacen ruido, las puede tirar al suelo, hacer
formaciones para nosotros ilógicas, pero que a él le dicen mucho. Le gustan las
cosas precisamente no las más caras sino las más interesantes para él. El niño a esas edades le gusta tener
cositas y aunque las acumule, al final esa acumulación será otro juego. ¿No
deberíamos los mayores imitar esa conducta infantil, en todos sus extremos?
Acumulamos
cosas y cosas, con el afán de tener mucho de todo ¿síndrome de Diógenes? ¿Sabemos lo que tenemos? ¿Lo usamos? ¿Pensamos
en transferir a quien no tenga, lo que nos sobra, aunque de momento, no sepamos
qué?
¡¡¡ Si queremos ser algo
felices, utilicemos los mensajes que nos dan los niños¡¡¡
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