El bloguero calvo setentón

  Intento recomenzar a enviar a la nube, con una cierta asiduidad mis pensamientos y divagaciones para no molestar a los terrícolas urbanitas con mis ideas. ¿De esta interrupción que he sacado?, pues una silla de ruedas. Una silenciosa y pequeña enfermedad neurológica, que me acompaña desde hace mucho tiempo, se ha hecho más respondona, pero lograremos acallarla un poco, con la ayuda del vehiculito-silla de ruedas y… Esto me va a permitir ver Madrid desde otra altura, más bajita, más realista, más a pie de calle, o sea de otra manera que acercarme un poco más al porqué de las cosas que suceden en la ciudad, me ilusiona lograrlo. Primera conclusión desde la silla. Madrid actualmente es el mayor enemigo que tienen los madrileños minusválidos. Es una ciudad que por su estructura actual no les permite que se muevan libremente por ella y puedan disfrutar de una movilidad lo suficientemente integradora, que los haga miembros libres de la comunidad madrileña, a la que tienen siempre pleno d

  En los procesos de emigración, se ha visto que solo por detrás del anhelo de la propia lengua estaba la nostalgia de la comida casera. La comida en el país de acogida nunca estaba ni está a la altura de lo esperado y mucho menos en el Nuevo Mundo, donde los ingredientes esenciales de la dieta hispánica (trigo, vino, aceite e incluso la sal) fueron desconocidos durante bastante tiempo. El contacto con algún afín a aquellos sabores y olores perdidos podía despertar un anhelo profundo del pasado. Un fraile español que viajaba por Belén en 1512 se encontró con algunos de los indios, que supuestamente, se habían marchado en la década de 1480 y estos le confesaron que añoraban Sevilla, “y las carnes y los platos que solían preparar allí”. Los españoles de la Península contaban con una de las dietas más ricas de Europa, producto de la herencia culinaria de los musulmanes, los judíos y los cristianos, basada en la producción de los trigales, del norte de España, las zonas de pesca del Me