Soneto de un cabrón

Perseguite, Lisenda, cabe el Soto,
do el álamo templaba el fino oreo,
y observéte en la sombra un manoteo
y algo más gordo con galán ignoto.

Voy sin mi desde entonces, sin piloto
que guie mi bajel por el Leteo,
porque lo que me has hecho está muy feo
y muerdo, rabio, grito, salto y boto.

Si hubo testigos de tu gran nequicia,
prepárate a morir –la vida es corta-
luego, en seguida, ágora, incontinente.

Más si nadie lo vio, nadie lo enjuicia,
y si nadie lo enjuicia, no me importa
llevar adornos bravos en la frente.



Félix Lope de Vega y Carpio: MELINDRES.







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