Soneto glosando la muerte de una mujer bellísima
De la
beldad de Laura enamorados
los
cielos, la robaron a su altura,
porque
no era decente a su luz pura
ilustrar
estos valles desdichados.
O
porque los mortales, engañados
de su
cuerpo en la hermosa arquitectura,
admirados
de ver tanta hermosura
no se
juzgasen bienaventurados.
Nació
donde el oriente el rojo velo
corre
al nacer al astro rubicundo
y murió donde con ardiente anhelo
da
sepultura a su luz el mar profundo
que
fue preciso a su divino vuelo
que
diese como el sol la vuelta al mundo.
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