Funeral, animado acto social
El
fallecimiento de una persona supone un más o menos previsto choque emocional
para sus deudos y amigos. Este doloroso acontecimiento da lugar a una serie de
actitudes y posicionamientos, que no son del caso. Toda esta sucesión de
acontecimientos luctuosos terminan, en familias de confesión católica en una
misa-funeral oficiada por el alma del difunto.
Llega
el día de la celebración religiosa y las personas van acudiendo al templo donde
se va a celebrar. Los rostros, todos con gesto aflictivo ¡¡¡por el que dirán!!!.
Comienzan a encontrarse con otras personas que acuden a la ceremonia y los
gestos empiezan a cambiar, sonrisas, cordiales apretones de manos…. Llega la
familia doliente y entonces otra vez el gesto de los que están esperando, se
vuelve triste y apenado se dirigen en tromba a saludarla. Algunos se piensan
¡¡¡si saludo ahora, me puedo escapar antes, aprovechando el tumulto del final!!!. Cosa curiosísima, todo el mundo
habla maravillas y maravillas de la persona difunta y como doctores
diagnostican, ¡¡¡ ya ha descansado!!!. En España es maravilloso morirse, todo
el mundo, habla bien de ti.
Todos
los asistentes entran en la iglesia para asistir a la ceremonia religiosa, que
va transcurriendo más o menos rápidamente en función de la prisa del oficiante.
Las miradas a los relojes, teléfonos móviles y otros elementos electrónicos son
constantes ¿Quién se acuerda del difunto?, lógicamente la familia, el resto de
las personas están allí, lo estan para cumplir un mero trámite social.
Termina
la ceremonia y las personas salen en tropel a la calle y esperan como última
parte del ceremonial social, el que salga la familia doliente para volver a
dejar constancia de sus sentimientos de dolor agudísimo por el fallecimiento.
Mientras tanto se vuelven a hacer grupitos, se proponen citas, se dan números
de teléfonos, se cuentan las últimas novedades personales, chistes… como decía
el poeta romántico
español ¡¡¡ Dios mío, que solos se quedan los muertos!!!
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