Restaurante poco cómodo y muy acelerado.

Acabo de volver de cenar con mi mujer, en el Restaurante La Caña sito en la calle de Alburquerque de Madrid, por lo que las sensaciones de la comida las tengo muy fresquitas, contrario al calor verdaderamente sofocante, reinante en el local.

El local, de dos pisos, sin personalidad, ejemplo del viejo estilo industrial, muy típico de las construcciones madrileñas de las primeras décadas del pasado siglo XX y que nada aporta. La ocupación total, las mesas apelotonadas, el ruido ensordecedor.

Servicio: Rápido no, rapidísimo, tengo la impresión que te sirven tan aceleradamente para que los comensales coman y abandonen rápidamente la mesa y que esta sea ocupada inmediatamente. La tranquilidad brilla por su ausencia, tanto es así que al notar esto,  no hemos pedido postre ni café, para no elevar nuestro ya alto stress.








De la comida poco que hablar, anodina, mal  cocinada y servida sin el orden que establecimos en la petición. Del cucurucho de calamares, poco que decir, estaban sin cocinar, los sirven crudos…prefiero no seguir ¡¡¡ qué asco¡¡¡. De la parrillada de verduras y del carpaccio de salmón, olvidémonos. En fin una mala elección. Malísima relación precio/calidad.

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