Un año más

Tempus fugit. Nos hacemos mayores, el tiempo pasa y para tener así constancia que la vida transcurre, celebramos el aniversario de nuestro nacimiento y de que las cosas van evolucionando.  Algo así pensaba Sigmund Freud, cuando decía que la vida humana es el camino de Eros (amor) a Tanatos (muerte) expresión que la experiencia y el paso del tiempo  ha demostrado su validez.
La celebración anual del aniversario de nuestro nacimiento ha dado origen en nuestro país (España) a un maravilloso conjunto de ceremonias y estereotipos que son dignos de estudio, son en gran parte una muestra de hasta dónde llega la hipocresía imperante, en nuestra sociedad.

Tengo que empezar diciendo que de lo dicho más arriba debo separar y lo hago con gusto la familia autentica ¿y quién es la familia, la auténtica familia?  Son las personas que tienen hacia nosotros lealtad y amor ya que la sangre solo hace parientes. La manera de actuar de la “pseudo familia”, se repite anualmente de manera reiterativa, los mismos regalos estúpidos de  siempre. Ese desearte felicidades con una sonrisa tan falsa, que haría reina de la sinceridad a cualquier hiena y lógicamente “el gracias” de devolución del cumplido, siempre va acompañado de una vitriólica sonrisa. Esa meriendita. Los mismos canapés de salmón, la tortilla recién hecha, etc. se repiten cíclicamente, hasta llegar al número bomba, ¡¡¡la tarta, con las velitas!!! ¡¡¡Qué emoción!!! Hay que apagarlas, todos se ponen alrededor de la mesa-altar, se encienden las velas y el agasajado sopla las mismas que casi nunca se apagan en su totalidad, silencio, rompen los aplausos, empieza a surgir del grupo, con ínfulas de Orfeón Donostiarra, aquello de lo que hay dos versiones. O bien “feliz, feliz en tu día…” o “Es un muchacho excelente y…” que vergüenza ajena se siente en este momento, no podríamos ser más sinceros en nuestras expresiones o por lo menos no hacer tantas tonterías, para transmitir unos deseos que no sentimos en la mayor parte de los casos.


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