Casi he parido y sin premio

Los grandes teóricos, filósofos ascetas y compañía, hablan del dolor físico como algo que perfecciona al ser humano, le eleva a la plenitud. Pues muy bien, muy bonito, ya que hay dolores que sin ser de etología complicada, son lo suficientemente
inaguantables como para ponerte en trance de chillar y desde luego no te llevan a ningún paraíso de perfección, ni te pone en el camino de una acción heroica.

Me refiero a lo que el Diccionario de la Academia Española de la Lengua define como “Tumoración en los márgenes del ano o el tracto rectal, debida a varices de su correspondiente plexo venoso” llamado este proceso vulgarmente “almorranas” o “hemorroides”.


Comienzas a sentir en el “ocaso de tu cuerpo” una molestia insidiosa, que empieza a ser, por momentos más aguda y es como si en este sitio se hubiera colocado una jauría de ratas rabiosas, que inmisericordes te clavan en tan delicado sitio, unos dientes flexibles, finos que tratan de destrozarte por ahí y que casi lo consiguen.
Salvando las distancias, me viene a mi imaginación calenturienta por el dolor, la idea de pensar en el valor de las mujeres, que aparte de aguantar llevar encima durante nueve meses el peso del embarazo, luego tienen que dar a luz. Que el feto pase por un espacio tan pequeño es realmente ¡¡¡ extraordinario!!!, ¡¡¡pobrecillas!! , ¡¡¡ que dolores!!! Aunque siempre nos ganan, ya que aunque los dolores sean casi iguales, nunca tendremos como recompensa alguien que nos quiera y la admiración y halagos de la sociedad. A nosotros, hombres, solo nos queda la única posibilidad de quejarnos, ¡¡¡Qué pena!!! ¡¡¡Qué pena!!!


Comentarios

Entradas populares de este blog

Segovia es asado, el asado es Segovia.

Tempus fugit

Saber retirarse a tiempo