Sopor veraniego en Madrid


Madrid es un gran poblachón manchego que desde 1561, viene ostentando por el capricho de un rey Felipe II, la capitalidad de estos reinos. Aunque desde entonces acá lógicamente las transformaciones han sido muchas, no por eso ha perdido su marchamo inicial de poblachón. Digo esto porque a pesar de estar en 2016, Madrid sigue teniendo mucho de lugareño, de pueblecito.
Entre las 16 y 21 horas del día de hoy, Junio. El Sol cae con fuerza abrasadora sobre el asfalto hirviendo de las calles y plazas de la ciudad capitalina, lo cual hace que quien no tenga una obligación ineludible de salir de su domicilio o punto de trabajo, no ponga un pie fuera de donde está a resguardo del astro rey. Todo el mundo en sus lugares de estancia esta somnoliento o sea casi dormido, con lo cual los sentidos se abotargan, los malos humores y los malos olores reinan por doquier. No hilvanamos una idea coherente, ni por mandato judicial. Me preguntaran ¿y con las espectaculares instalaciones de aire acondicionado? ¿qué? Este es casi el “casus-belli” de estas abrasadoras tardes. ¿Por qué no pones el aire, que nos estamos muriendo de calor? ¿Por qué has puesto el aire, que está muy fuerte y vamos a coger una pulmonía? ¡¡¡Súbelo!!! ¡¡¡Bájalo!!! ¡¡¡Córtalo!!! … Cuantas amistades personales, familiares, laborales, se han roto por no encontrar una adecuada gradación de este aparato que guste a todos, cosa que por otra parte es prácticamente imposible.
El calor nos despierta instintos combativos y beligerantes en nuestros tratos con los demás, aunque lo intentamos no los llevamos a cabo, porque la galbana que produce estas tórridas temperaturas nos lo impide, no nos deja fuerza, ni para pelear.

¡¡¡ Cuando llegara, otra vez el frio !!!


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