Por las calles de Madrid

En la tarde del pasado viernes, hacia las 20:30 horas voy caminando apaciblemente por una calle del centro de Madrid y me veo venir en dirección contraria a una persona gesticulando poderosamente con las manos: ¿qué le pasara, me pregunto?, cuando se acerca a mi altura veo con asombro, que es un hombre de mediana edad, correctamente vestido, ¡¡¡¡ pero que gesticula violentamente con las manos y habla en voz muy alta!!! ¿Qué le pasara, me vuelvo a preguntar? Me fijo y lo que pasa es que va hablando con alguien a grandes voces, por un oculto teléfono celular, lleva unos mínimos auriculares bluetooh, lo que le hace aparecer a los ojos de la gente, como un perturbado.

¿No sería mejor que rodeemos a nuestras conversaciones o necesidades de comunicación, del necesario ambiente de confidencialidad y sosiego?, lo que nos permitirá hablar con la tranquilidad y agudeza necesaria, para no provocar  inútiles problemas y tensiones con nuestros interlocutores, que nos pueden llevar a situaciones de difícil solución.

La calle no es el mejor sitio para resolver problemas, los ruidos, voces y gritos que se oyen a nuestro alrededor, pueden provocar interferencias que dificulten el buen fin de nuestra conversación, y aparte de esto, hablamos  con tanto furor, ¡¡¡¡ que nos podemos caer!!!.....¡¡¡Caramba!!!

Sigo con mi paseo y veo a una parejita de tórtolos haciéndose todo tipo de caricias y arrumacos, pero lo malo no es eso, sino que van tan ensimismados que “el tórtolo” al cruzar, y estar tan inmerso en el cariño que le inundaba, se da en sus partes nobles, con uno de los bolardos de la calle, oigo una exclamación contenida de dolor supongo……porque otra cosa me parece imposible.




Pienso que cada cosa en su tiempo y en su sitio, debemos valorar la urgencia de las situaciones y actuar en consonancia. Si necesitamos hablar o estar con una persona, hablemos o estemos con ella, pero en ambientes adecuados nos ira a todos mejor.


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