Un paseo con los ojos abiertos por Las Palmas de Gran Canaria (5)

Salgo del Mercado del Puerto y enfilo la calle Juan Rejón. Esta vía está ahora casi muerta, no hay casi ruido, los negocios de ahora son mucho más tranquilos. En los tiempos en que las islas se consideraban a efectos aduaneros, como Puertos francos, esta calle era en sus dos aceras una sucesión ininterrumpida de bazares, donde se vendían a precios interesantes las últimas novedades electrónicas que salían al mercado. El ir y venir de los turistas peninsulares que llegaban a la isla, en los primeros vuelos chárter, que se organizaban para comprar esas cosas era incesante y súper colorista. Había que ver la cantidad de tonterías que hacíamos los peninsulares con el último modelo de cámara fotográfica japonesa que acabamos de comprar, pero eso ya es historia, de esos bazares generalmente regidos por hindúes creo que quedan uno o dos a lo largo de la calle y sin la importancia que antes tenían.
Siguiendo Juan  Rejón, me encuentro entre jardines una fortaleza defensiva: El Castillo de la Luz o de las Isletas.
Construida en 1494 al incorporarse la isla de Canaria a la Corona de Castilla, su orden de construcción la dio el tercer Gobernador Alonso Fajardo para servir de fortaleza defensiva. Estaba situada sobre un arrecife, aislándose en la pleamar, pero el continuo desarrollo de la ciudad la ha dejado en tierra firme entre edificios.
Se edificó sobre un fuerte de madera construido por el Capitán Juan Rejón cuando comenzó la conquista de Canarias en 1478. En 1553 recibió unos añadidos y sufrió una reconstrucción casi total tras el incendio de 1599, originado por la armada holandesa capitaneada por Pieter van der Does.
Hasta mediados del siglo XIX siguió cumpliendo funciones defensivas, durante muchísimas décadas sufrió un total abandono, hasta 1969 que se la sometió a una primera restauración, pasando a utilizarse como centro cultural. Hace poco tiempo  se ha vuelto a restaurar. Han tenido la feliz idea de domiciliar entre sus blancas paredes, las esculturas vigorosas del gran artista canario, Martin-Chirino, propiedad de su fundación, donde adquieren otra perspectiva.

Hace calor, quiero bañarme, tengo hambre, me doy la vuelta y me dirijo a la popularísima Playa de las Canteras, donde espero bañarme y comer de maravilla en el paseo y mañana os dire donde. Sigo andando por esta gran ciudad, con los ojos abiertos.





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