La vida en una Estación de ferrocarril

Una gran estación de tren es un recinto enorme donde subyace una vida y un mundo imprevisible. La gente se mueve allí de tres formas diferentes; la que sabe dónde va, la que no sabe dónde va y la que curiosea el mundo que le rodea, con fines en algunos casos no muy lícitos, practican el viejo arte del descuido.

Las primeras, como diría algún castizo madrileño, van como rayos a donde tienen que ir, cuando aparecen en las pantallas de información la referencia a su tren, están donde tienen que estar, frente a la puerta, escalera o ascensor correspondiente, parece como si hubiesen recibido de antemano, información confidencial al respecto, siempre aciertan.

Hay toda una masa de viajeros que llegan a la estación con su equipaje y una pinta de despiste que impresiona, se paran en el umbral de una de las puertas de entrada dejan a su lado el equipaje, abren un bolsillo, sacan el billete para ver si hay alguna información que les oriente en el camino que tienen que seguir y preguntan normalmente a una monja o a un guardia ¡¡¡por aquello del uniforme!!! ¡¡¡Da confianza!!!. Aunque de una manera u otra hallaran el camino correcto, después hacen mil preguntas a quien se les pone por delante.

Entre los curiosos hay varios tipos, los que se dedican a ¡¡¡curiosear simplemente!!! Y dan vueltas y vueltas ¡¡¡no gastan dinero!!! Viendo personas y cosas que les llaman la atención y los que parecen sacados de una novela picaresca, unos como buscando algo con mirada inquisitiva, algún móvil que se despista, una cartera que se viene a la mano pueden ser los trofeos de sus pesquisas.

También hay otros especímenes muy curiosos, los que buscan encontrar unas monedas tentando nuestra bondad. Rifas para beneficio de asociaciones delirantes, papeletas para sufragar multitud de viajes fin de curso de estudios increíbles y así hasta el infinito.


Una gran estación de ferrocarril es como una feria con todas sus atracciones siempre en movimiento.




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