Defectos de los vinos y II

El vino es un producto que adquiere fácilmente los gustos y aromas de locales y materiales en contacto con él, no hay que confundir esto con la degeneración, que es la pérdida del vigor vegetativo de un viñedo, pudiendo originar su pérdida total o parcial. Las causas de la degeneración pueden tener múltiples orígenes: plagas, enfermedades, estrés hídrico, etc.

Se dice que un vino es decrepito el que ya ha avanzado en la curva de descenso de su vida. Vino que ha perdido la intensidad de sus características tanto primarias como de evolución.

Se dice del vino que es decepcionante cuando poseyendo todas las características de plenitud y madurez, no alcanza la calidad esperada.

La mayoría de gustos y aromas extraños que adquiere un determinado vino tiene su origen en elementos de la propia bodega.  Las barricas en mal estado pueden dar lugar a gustos “resecos,” “maderizados” o de “bota”. Si degustamos un vino que nos recuerde cierto sabor a “enmohecido”, hemos de buscar la causa en una defectuosa conservación en tinas, lagares o botas.

Existe diferencia entre vinos embotellados con gusto a “champiñón “o a “tapón”. El primero, como índico más arriba, tiene su origen en la propia bodega, mientras que el gusto a tapón, aunque muy conocido, es de definición imprecisa dado que se desconoce en concreto el causante de esta anomalía. Su origen es debido a cierta infección fúngica del corcho por parte de microorganismos.

Vinos con sabor a “resina” deben su alteración a un prolongado contacto con alguna superficie de este material. Idéntica circunstancia se puede extender al gusto a petróleo, aceite mineral, caucho, disolvente, papel, tierra, cemento.

Entre otras alteraciones que podemos encontrar en los vinos, aunque son menos frecuentes, en vinos españoles, son:
Souris.- El aroma denominado por los enólogos souris, consiste en ciertos matices que nos recuerdan el olor de la acetamida. Es provocado  por las levaduras “Brettanomyces”.

Geranio.- Recuerda el típico aroma de esta flor. Lo apreciamos al oler un vino tratado con exceso de ácido



sorbico, adicionado en las operaciones previas al embotellado


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