Recordando un viejo y pionero mercado madrileño desaparecido: Olavide
Los
habitantes de las medianas y grandes
ciudades, se abastecen de alimentos
y elementos para su subsistencia en tiendas
y mercados.
Las tiendas, tienen poco que decir, son locales
aislados en el tejido callejero donde se venden cosas, entre otras alimentos y suelen estar especializadas en
un tipo de ellos, conocen a sus
clientes y en algunos casos son y se comportan como prolongaciones familiares de los mismos.
“La unión hace la fuerza”,
los establecimientos
buscando servir a más clientes se unen al aire libre o en un edificio diseñado
para esta función de ventas múltiples.
Tienen una ventaja para el comprador y es que la oferta de los productos que piensa
comprar esta junta, lo que facilita la compra en las mejores condiciones,
aunque también en el seno del mercado se desarrolla todo tipo de picarescas, no
siempre tan beneficiosas. En primer lugar no hay una uniformidad en la oferta
de productos, junto a una pescadería hay una panadería y junto a esta una
carnicería y otros de tipo comercial.
Hace
muchos años en el año 1934, un
arquitecto pionero de estos
problemas, intentó una solución.
Francisco Javier Ferrero
Llusiá, diseña y
construye en Madrid, en el barrio
Chamberí en la plaza de Olavide,
un mercado pionero, el mercado de
Olavide.
Era un edificio de forma poligonal,
constituido por una serie de prismas octogonales que se iban escalonando, hasta
concluir en un gran patio central, último prisma que garantizaba la ventilación
cruzada. Estaba construido en estilo
racionalista y funcional, con un lenguaje plástico en planos cortados,
enfáticamente geométricos. La preocupación de su autor por las nuevas tecnologías se pone de
manifiesto en el empleo de pilastras y vigas de gran canto de hormigón armado
para salvar los grandes vanos. Tenía la
novedad de que cada piso se dedicó a un tipo de producto; vegetales y
hortalizas, pescaderías, carnes y productos cárnicos y en el último: varios (encurtidos, panaderías,
floristerías, etc.).
Este
mercado que podía haber sido hoy aparte de un monumento de arquitectura
racionalista un importante centro
cultural, fue dinamitado el 2 de Noviembre de 1974, por una infausta orden
del entonces alcalde de Madrid D. Miguel
Ángel García-Lomas, para más inri ¡¡¡arquitecto!!!
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