Vísteme despacio que tengo prisa

enero 15, 2019

Contaba Benito Pérez Galdós en sus episodios nacionales que un día Fernando VII se encontraba acompañado de su ayudante momentos antes de asistir a una importante reunión, influido por querer vestir al monarca a toda prisa, el ayudante no atinaba a realizar correctamente su tarea, por lo que el rey le espetó: “VISTEME DESPACIO, QUE TENGO PRISA” siendo esta frase hoy en día una más de nuestro refranero habitual.

Cuanta gente anda corriendo de un lado a otro sin saber a dónde va ni a que ha ido, sin llegar a valorar si necesitaba ir de prisa o si podría haber hecho lo mismo a otro ritmo. La prisa no es un valor añadido, si se priorizan las tareas, Nadie es mejor persona en todas sus facetas o profesional porque vaya muy rápido a todos los sitios o porque exprese la estresadisimo que esta.

La prisa es un auténtico cáncer social de nuestro tiempo, queremos hacer todo, pero no llegamos a nada y eso nos produce un estar siempre viviendo intranquilo, estresado con el convencimiento de que no hacemos nada bien que no llegamos a nada.

Imaginémonos que nos encontramos con alguien conocido que nos saluda mientras a la vez habla por el móvil a la vez que mira el reloj, nos estrecha la mano y nos sonríe para demostrar lo feliz que se encuentra. Cuando cuelga, nos abraza efusivamente, nos dice que anda liadísimo, que va todo el día corriendo a todos los sitios, que todo está fatal y que no puede esperar más para coger vacaciones. Apenas nos deja que le hablemos, no nos pregunta cómo nos va, se despide siempre diciendo “a ver cuándo quedamos” y sale disparado. Escenas como esta se viven todos los días en las calles de nuestras grandes ciudades.

Tomemos la vida de forma racional, no nos dejemos llevar de la prisa que no lleva a ninguna parte, prioricemos las tareas según su importancia y una a una las vayamos ejecutando sin prisa pero sin pausa. Todas a la vez es imposible, no salen nunca bien.