Dientecitos de Nochevieja...
En estos pasados días, las
fórmulas de cortesía, FELIZ AÑO NUEVO, QUE TENGAIS UNA FELIZ SALIDA Y ENTRADA,
han envuelto y se han enseñoreado de las conversaciones de todos, para expresar
unos buenos deseos a los semejantes bien en forma social o sincera.
En lo que a mí respecta, la
salida y entrada, del año viejo al año
nuevo, ha sido muy dolorosa y perversa, no es que haya sufrido ninguna
desgracia personal, ni familiar A.D.G (en el exacto sentido de la palabra),
sino que a partir de los últimos días del pasado diciembre, comencé a sentir
(como dicen nuestros hermanos rioplatenses) en el centro del “orto” unos
dolores agudísimos , como si uno de esas delicadas ratas o ratitas que se usan
en los laboratorios, me estuvieran clavando sus afilados dientecillos, en tan
delicado lugar, ¿Qué me pasaba, me preguntaba yo mismo?, la contestación me la
di enseguida, padecía una HEMORROIDE hermosa. Tenía que empezar a idear
estrategias, que fueran eficaces para combatirla.
Mi primera y obligada
providencia, fue hacer del W.C mi lugar de residencia constante, ¡¡¡ QUE
DOLORES!!!, me obligaban a chillar con desesperación, las ratitas apretaban los
dientes con furia desusada, mi martirio iba en aumento. Si por el “orto”, salía
lo que normalmente sale por él, el escozor y las molestias, me hacían recordar
tormentos de épocas inquisitoriales. Admiré aún más a las mujeres, no me
explico su resistencia al dolor, en el momento del parto. Si los hombres
tuviésemos que parir, la Humanidad
desaparecería, ¡¡¡QUE POCA RESISTENCIA AL DOLOR, TIENE NORMALMENTE EL HOMBRE!!!
Que tranquilidad, que paz
interior se adueñó de mi espíritu, cuando comenzó a reducirse el nivel del
dolor que me embargaba. Que felicidad,
cuando en la zona tan salvajemente dañada, los chorros de agua fría y caliente,
me tranquilizaban. El uso de pomadas sedantes, aplicadas en la zona 0, me
producían un placer, más fuerte que el sexual, comenzaba a dominar la
situación, mi ánimo se iba calmando poco a poco.
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