Restaurante CRUZ BLANCA de Vallecas (Madrid)

Vivimos es una grave situación de tontería y esnobismo nacional, es esto prácticamente en todos los aspectos de la vida, pero aquí solamente quiero referirme a uno el de la gastronomía.
Por el influjo mediático de algunos grandes chefs, que en vez de hacer platos y comidas, son auténticas cascadas de creaciones increíbles las que realizan. Aunque algunas veces pienso que si eso que fabrican serán platos de comida o el resultado de complicados experimentos de química. Nuestros más afamados chefs se presentan ante los medios de comunicación, como auténticas estrellas del cooking business, les faltan aureola de cocineros y les sobran las de ejecutivos de primer nivel. Hay que volver a los sabores, colores y olores tradicionales, te dejan más satisfecho.



Toda esta introducción es en relación a un fenómeno muy interesante que ha surgido en Madrid en relación con esto. Por el barrio de Vallecas-Portazgo, en la calle Carlos Martín Álvarez, hay una Cervecería-Restaurante LA CRUZ BLANCA, donde según todos los medios y sobre todo mediante el seguro boca a boca se sabe que hacen un auténtico y tradicional cocido madrileño, como los de antes.
Me dirijo allí para comprobarlo. Llego, un inconveniente es que esta algo alejado del centro. Hay un personal atentísimo que te acomoda. Comedores que te invitan a degustar lo que te pongan. Primera sorpresa, unas croquetas de cocido, como obsequio de la casa, totalmente espectaculares. Empiezan los preparativos para el número fuerte el cocido: llega un platito con trocitos de blanquísima cebolla y guindillas verdes. Un plato con unos pocos garbanzos para echar en la sopa. Por fin llega EL esperado COCIDO, así con mayúscula. ¡¡¡Que sopa!!! ¡¡¡Que garbanzos!!! ¡¡¡Que carne!!! ¡¡¡Que huesos de tuétano, que tocino, chorizo, morcilla!!! Todo de calidad y con un punto de cocción perfecto, todo esto regado con un excelente Rioja-crianza. Agradezco a los que me informaron. Imposible comer la cantidad que sacaron, pero amablemente se llevaron lo que sobro y me lo devolvieron en un envase cerrado al vacío, para poderlo consumir posteriormente. A por cierto, la factura no induce al infarto, normalísima. Un gran hallazgo de la cocina de siempre.

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