Antonio Barbadillo y la manzanilla sanluqueña
Es
la gran bodega de Sanlúcar de Barrameda.
Es la bodega con más historia, la de don Benigno Barbadillo, burgalés
que llegó a tierras gaditanas, en la primera mitad del siglo XIX, procedente de
México. Su bodega se ha conservado en manos de la familia, hasta
aproximadamente 1999.
Barbadillo
se encuentra situada en la cima de Sanlúcar. Con los años se ha ido
convirtiendo en una amalgama de bodegas, apiñadas a ambos lados del Castillo de
San Diego, que se entrecruzan con las calles de esta ciudad gaditana. Es un
lugar privilegiado, favorecido por los vientos de poniente que velan por las
botas que llevan manzanilla. Desde la primera bodega, El Toro, fundada en 1821,
han sido muchas las que se han ido sumando, la bodega La Cilla, la del Colegio,
la del Monaguillo, de Gascón, de San Agustín, de Calle Sevilla, de la Compañía,
de Benjumea o del Pino, del Carril de los Ángeles y del Huerto del Palomar, de
Bonanza, de la Zorra, Angioletti y la Arboledilla, la más monumental.
La
Manzanilla de Antonio Barbadillo se comercializa con tres marcas: Muy Fina, Eva
y Solear. Además hay que añadir la gama
de vinos tipo jerez, sin olvidar el vino blanco joven Castillo de San
Diego, elaborado con la variedad Palomino Fino.
El
proceso para el nacimiento de la Manzanilla es el mismo que se sigue con los
vinos jerezanos, pero las condiciones climatológicas de Sanlúcar y su
proximidad al mar, con orientación a los vientos de Poniente, dan lugar a un
vino de color más pálido, aroma más punzante y paladar más seco. Es el milagro
de la aparición de la flor el que anuncia el nacimiento de este vino.
Las
botas donde descansa la manzanilla no se llenan del todo para que, al contacto
con el aire, la flor pueda realizar su trabajo. Pero la Manzanilla necesitara
varios años de crianza para alcanzar su forma definitiva-.
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