Las personas y las cosas, no tienen la culpa de nuestros enfados.
El
enfado o disgusto, que sentimos generalmente contra alguien, nos genera un
estado emocional (agresividad) que consiste en un sentimiento de odio y deseos
de dañar a esa persona, animal o cosa.
Hay
veces, que ese comportamiento agresivo se da de una manera abierta y palpable, otras
de una manera más sutil y oculta que conlleva un importante grado de
manipulación.
Una
persona, se encuentra con su mesa de trabajo totalmente desordenada, última
hora de la jornada, se tiene que ir. ¿Cómo puede reaccionar, ante ese
contratiempo? Empieza a lanzar insultos como una ametralladora, contra diestro
y siniestro ¿de qué le sirve?, de nada,
lo acompaña de manotazos, patadas, exabruptos…. Esta solo, el berrinche que ha
cogido, no le sirve de nada, esta solo repito, o el desaguisado lo arregla él o no lo
arregla nadie… ¿ Ha arreglado algo con disgustarse?.
Esta
persona, llega a su casa, con el disgusto encima, se encuentra con alguien de
su familia y comienza a increparle desaforadamente. Quisiera matarle, lo odia
profundamente… ¡¡¡ Si no le ha hecho, nada!!!, el problema es en la oficina,
pero como no se ha podido desfogar…
La
mañana de un día cualquiera, nos levantamos, nos dirigimos al lavavajillas,
frigorífico… esta desordenado o no ordenado, conforme nuestra idea, EL
disgusto, que eso causa es morrocotudo. El portazo o las patadas que damos a
cualquiera de estos aparatos, llevados por el mal genio, resuenan como
cañonazos. De resultas de estos atentados iracundos, los aparatos se estropean,
dejan de funcionar, hay que arreglarlos, buscar afanosamente un técnico
reparador y pagar una elevada suma por el arreglo. ¿Tenían la culpa los
aparatos de nuestro mal humor?
Dosifiquemos
nuestros enfados, con ayuda de nuestro raciocinio. Seamos prácticos, pensemos
que las cosas, ni las personas tienen la culpa de nuestra agresividad mal
reprimida.
¡¡¡ EL VENENO, ESTA EN NOSOTROS!!!
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