Lluvias primaverales
Parto
de un principio fundamental, la predicción meteorológica para que tenga una
proporción razonable de acierto, debe abarcar un periodo máximo de quince días
anteriores.
En
el otoño-invierno del pasado 2017, aparecieron en los medios de comunicación,
responsables y portavoces de la AEMET, asegurando que estábamos ante un periodo
de gran sequía, en una fase que terminaba en mayo de 2018. Si antes hablan,
antes la yerran, aunque ya sabemos que la meteorología es una ciencia predictiva
pero no exacta.
A
partir de la última quincena de enero, han comenzado a regar las sedientas
tierras hispanas, y al día de hoy, aún no han terminado, borrasca tras
borrasca, que están dejando caer su
benéfico cargamento acuoso sobre nuestros campos y ciudades.
La
gente, adoptó durante el periodo de sequía, una visión marcadamente victimista
de la situación. “No iba a llover más, la contaminación, nos iba a ahogar más
de lo que nos ahoga, todo tipo de desdichas nos acechaban, lo habían dicho por
la TV…” Se miraba el cielo, sin fe, como los israelitas cruzando el desierto,
esperando algo…
Y
ese algo llegó, con tempestades, bautizadas con nombres femeninos/masculinos,
que se encargaron de dejar mal a los que efectuaron tan negros presagios, los
pesimistas cambiaron de cantinela, el apocalipsis, ahora era por exceso y no
por defecto
Esto
que ha sido como un auténtico milagro para todos, nuestros
compatriotas/urbanitas, lo toman con hastío y aburrimiento, ¡¡¡ cuánta
lluvia!!! ¡¡¡ todo se pone perdido!!! ¿cuándo dejara de llover?, …
Yo
entiendo que la gente se canse de la lluvia, nunca llueve a gusto de todos, pero pienso que somos también agua y
como el olmo viejo machadiano, es un ejemplo…
Al
olmo viejo, herido por el rayo
y en
su mitad podrido,
con
las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas
hojas verdes le han salido...
Mi
corazón espera
también,
hacia la luz y hacia la vida,
otro
milagro de la primavera…
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