Flores momificadas
La
Naturaleza pinta con el frescor natural y los colores más vivos sus productos.
Las flores, el producto natural mejor coloreado y con más fragancia que se
ofrece a los seres humanos, es el símbolo por excelencia de la delicadeza, la belleza
y el recuerdo de los mejores momentos que hallamos vivido o nos hayan hecho
vivir otros semejantes.
Pero
todo lo bello es efímero, se estropea con el paso del tiempo y pierde las
cualidades que nos llamaron la atención, tanto en su sentido físico como
espiritual. “Tempus fugit”, decía el latino y esto no se puede detener, por más
que queramos. Nos quedaremos con la
ilusión que nos produjo el detalle, pero nunca con la belleza del objeto.
Digo
esto en relación con un procedimiento muy en boga actualmente de “momificar,
los ramos de flores”, se les priva totalmente de agua o cualquier otro elemento
líquido y se les deja seca hasta que ofrecen un aspecto casi leñoso, entonces
esas ramas y flores secas, se cubren con laca, y según dicen sus seguidores, recobran
como una segunda vida mucho más duradera…¡¡¡ craso error ¡!!.
Una
segunda vida de algo tan natural como las flores, con la fragancia primitiva es
imposible, pero es que además le faltaría un aditamento que ese no se puede
recuperar cubriendo con laca nada y eso es la emoción y el impacto emocional
del instante de la ofrenda, o se lleva en el corazón o no se recupera nunca.
Pensemos
en un mundo con los recuerdos delicados, representados por miles de ramos de
flores lacados o porque no decirlo, momificadas. La impresión de tristeza y
muerte que esto nos produciría, seria tremenda, tendríamos los restos
vegetales, pero el pensamiento que dio motivo al regalo ya sería un agujero
negro en nuestra afectividad “Tempus fugit”.
Conservemos
hasta que nos duren, las flores frescas, aceptemos su decrepitud, como
naturaleza que es. Lo único que debemos
conservar y sin momificarlo es el recuerdo del motivo del obsequio que nos
hicieron.
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