Las Estaciones de Arcimboldo (y 3)
Y
por último EL INVIERNO, que está representado por un viejo, cuya piel es un
tronco nudoso, con las escoriaciones e hinchazones de la madera; tales
deformaciones insisten en representar las arrugas de la piel, propias de la
edad. La barba escasa y poco cuidada, está compuesta de pequeñas ramas y
raíces; la boca está formada por dos setas. El ojo visible es una hendidura
negra del baño, así como la oreja, que es lo que le queda de una rama rota; los
cabellos son una maraña de ramas, acompañado en la parte posterior por una
serie de pequeñas hojas.
La
figura desnuda está adornada por los colores del limón y la naranja, colgando
de una rama procedente del pecho del hombre; EL INVIERNO es en efecto la
estación en la que la naturaleza no da fruto, excepto en Italia, los cítricos.
El
vestido del hombre es una simple estera
de paja; en la versión original de la pintura, el viejo llevaba una capa sobre
la que está representada una M y una corona, en este caso un recuerdo a
Maximiliano II. EL INVIERNO, primera estación en el “Calendario Romano” y por
tanto, la más importante de las cuatro y se asoció al emperador de manera aún
más directo entre los contemporáneos.
ARCIMBOLDO,
fue conocido sobre todo por sus representaciones manieristas del rostro humano
a partir de flores, frutas, plantas, animales u objetos; esto es, pintaba
representaciones de todos estos materiales, en el lienzo, colocándolos de tal
manera que todo el conjunto tenía una semejanza reconocible con el sujeto retratado. A esta técnica y tópico pictóricos,
se le llamaron “cabezas compuestas”, intrincaciones de manera antropomórfica,
de carácter paródico, simbólico y bizarro que serían las condiciones y señas
particulares de este inclasificable y enigmático pintor.
Sus
técnicas han tenido marcada influencia, en los maestros del SURREALISMO
moderno: Salvador Dalí, Shigeo Fukuda, Octavio Ocampo, Sandro del Prete...
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