Hay abrazos que casi matan

mayo 13, 2019

La madrileña Glorieta de Bilbao, es a cualquier hora del día e inclusive de la noche, un constante ir y venir de gentes de todo tipo y condición. Esto se acentúa notablemente los fines de semana, favorecido por la existencia de terrazas en la calzada de numerosísimos bares y restaurantes, aparte dos accesos al metro y varias paradas de autobuses, aparte de la gran masa de paseantes sin rumbo fijo (peatones en corte) que circulan por nuestra ciudad.

El pasado viernes por la noche, me senté en la terraza de un conocido café-restaurante sito en la Glorieta, para ver y observar el espectáculo variopinto de el paso de esos flujos humanos, a los que me refería anteriormente. Esa observación, casi siempre lleva implícita una sorpresa que proporciona el comportamiento gregario de la gente y es como un premio a la constancia del mirón.

Frente a la mesa ocupada por mí, un hombre de mediana edad, alto, con aspecto deportivo, de pie estaba esperando a alguien, que debía aparecer por las escaleras de salida del metro, miraba con insistencia y un cierto nerviosismo, la persona esperada no llegaba, sus miradas al reloj de pulsera eran constantes...Pero de pronto, el esperado por fin llegó presuroso, subiendo rápidamente las escaleras, con los brazos en alto y gritando estentóreamente el nombre del esperante, para que este reparara en él.

Ya en la superficie, el esperado, siempre con el nombre del esperante gritando, inicio una corta carrera para salvar los 20 o 25 metros que los separaban. Se encontraron de sopetón, violentamente, con gran fuerza, lo que les hizo casi perder el equilibrio, cosa que lograron al final, previas unas circenses contorsiones.

Yo no sé qué relaciones unían a esas dos personas que casi se caen por un abrazo violento. Si el encuentro, era importante ¿Por qué faltó puntualidad, por lo menos de una de las partes? ¿No existen móviles para explicar contingencias, a quien espera?...