Situaciones difíciles Conservar la serenidad

No te fijes plazos demasiados rígidos para solucionar tus asuntos, ni consideres una cuestión de honor el no sobrepasar nunca estos plazos, ya que si surgieran de repente otros problemas, los dejarías de lado. Además, si te retrasaras en la solución de un asunto por obstáculos que no habías previsto, te atormentarías inútilmente.
Convéncete de que es una tontería pensar que tus íntimos o tus hombres de confianza no cometerán un día u otro un fallo. No hay nada en este mundo que sea completamente seguro.
Acoge con indiferencia las acusaciones, incluso las que provienen de los tuyos. Niégate a escuchar secretos o, si lo haces, guárdalos fielmente.
Con los charlatanes impenitentes, limítate a cruzar unas palabras de cortesía del tipo: “¿Cómo está usted?”. No te comprometas nunca a interceder por alguien sin haberlo meditado antes detenidamente: si tu gestión fracasa, los problemas serán para ti.
Encarga a tus familiares o subordinados que traten con los artesanos o con los proveedores. No discutas nunca con hombres y mujeres llorones y testarudos. Si alguien insiste en llevarte a algún sitio que no te apetece, rechaza la invitación pretextando trabajo. En términos generales, ten siempre presente todo lo que puedes alegar como presuntos “asuntos generales”

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