Tener ilusiones


Es la esperanza con o sin fundamento real, de lograr o de que suceda algo que se anhela o se persigue y cuya consecución parece especialmente atractiva. Es también un sentimiento de alegría y satisfacción que produce la realización o la esperanza de conseguir algo que se  desea  intensamente.

De forma intuitiva, si pensamos en que es “la ilusión”, es probable que todos en la definición incluyamos ideas positivas. De hecho, la asociamos con valores igualmente positivos. Es algo que  nos ayuda a buscar el cambio y mejorar como personas. Pero no solo eso, también nos hace crecer y que nuestra calidad de vida aumente, sin olvidar que es un potente reforzante para aquellas acciones con los que nos sentimos bien.

Es decir nos motiva a utilizar los medios necesarios para conseguir el objeto de esa ilusión. Es una esperanza inicial, alimentada por la idea o el presentimiento de  que hemos localizado algo positivo en nuestro radar.

La ilusión sirve para no rendirnos, para llenarnos de alientos y empujarnos a conseguir nuestros objetivos a largo plazo. Sin embargo, con el paso de los años parece como si el depósito de nuestras ilusiones se fuera agotando.

Esta sensación está asociada a la experiencia, las cosas no nos hacen la misma ilusión cuando las hacemos por primera vez, que cuando la repetimos muchas veces. Por eso no solo hay que  tener ilusiones sino renovarlas para que no se agoten.

Cuando algo o alguien nos ilusiona de verdad y no “lo disfrutamos”, asistimos a como esa ilusión se transforma en una fuerza. Una fuente de energía de la que tiramos para conseguir alcanzar aquello que se dibuja en nuestro horizonte como un deseo con posibilidades. Es decir, en este caso la ilusión actuaría como un elemento que nos predispone para la acción, al igual que el fuego calienta todo aquello que le acercamos.

En definitiva, la ilusión nace en parte de la fe, de imaginar una posibilidad al menos de conseguir aquello que queremos. Se materializa cuando empezamos a andar el camino para lograrlo y firmamos un contrato que nos compromete a no rendirnos en el primer obstáculo sea real, imaginario, anticipado o imprevisto, por otro lado está asociada a procesos más cognitivos, como nuestros pensamientos y creencias.




¡¡¡ES PREFERIBLE ESTAR DESILUSIONADO A NO TENER ILUSIONES!!!

Comentarios

Entradas populares de este blog

Segovia es asado, el asado es Segovia.

Tempus fugit

Saber retirarse a tiempo