No sabemos vivir y luego lo sentimos
La
vida es en todos sus aspectos un don que reciben los humanos, para disfrutar, que en la mayoría de los casos no se goza en toda su
extensión por asuntos nimios que enturbian su existencia.
Pienso
que al final de nuestra vida, una vez culminada la montaña de nuestra
existencia terrena, es cuando nos
preguntaremos, ¿he sabido vivir?, y nos encontraremos con una respuesta
negativa, la sensación debe ser de tremendo vacío, terrible soledad y hastío.
Los
pequeños rencores, el tener y no el ser, envidias mal sanas, hablar y criticar
sobre cosas que no nos importan, juzgar con pruebas circunstanciales… ha sido
la base de nuestra existencia. Hemos olvidado perdonar de manera abierta a
nuestros ofensores, la lealtad con los demás, creer en la inocencia, cooperar,
colaborar con los otros, ser solidarios…
Existen
multitud de maneras de “dar vida a los años”, empezando por nosotros mismos.
¿Aprovechamos y disfrutamos de lo que la Madre Naturaleza, nos da gratis para
fomentar nuestra alegría y placer? ¿Cuántas veces hemos observado la maravilla
de un atardecer? ¿Hemos observado la maravillosa sonrisa de un niño?,… y así tantas
cosas. Que tontos somos. Vivimos sumergidos en las cicaterías de una existencia
casi animalesca y desperdiciamos esto que la vida nos da gratis, para nuestro
deleite.
Dinero,
dinero y dinero. No es culmen de la existencia, son más cosas. Desarrollo
personal, sentimental y colaborativo es el trípode sobre el que se asienta la
vida plena de una persona. Conjugar siempre el verbo “estar” no el verbo
“tener”, que poco se oye “soy padre” si “tengo hijos”, “estoy enamorado” si
“tengo esposo/a”… Estar denota un estado
de ánimo, emocional mientras que tener refleja posesión, la diferencia es
clarísima. El ser humano solo tiene la palabra para expresar su pensamiento.
Que
todo esto nos haga pensar y resituar nuestra andadura vital para que al final
de nuestra existencia, podamos decir o pensar parafraseando el título del
insigne Pablo Neruda, CONFIESO QUE HE VIVIDO.
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