La culpa no es mía
Nos encontramos en esta vida, con
un tipo especial de personas, son como ángeles inmaculados que ante cualquier
incidente o accidente de la vida diaria, reaccionan de la misma manera aunque
nadie les pida cuentas de nada, “la culpa de esto no, es mía”, tienen como un
poso permanente de culpabilidad en todo lo que pasa, algunas veces cierta y
temen el correspondiente varapalo por una acción que lo mejor han hecho o no
han hecho. Su mecanismo instintivo de defensa, es esta confesión no pedida, y
en caso extremo insinuar la culpabilidad de otros actuantes en el acto.
Loa pequeños incidentes
domésticos, laborales, de tráfico,
deportivos…la conversación siempre tiene este dialogo. “Me han dado un golpe en
el coche, me han roto un faro…” ¿Cómo ha sido? “Venía el otro y no se ha dado
cuenta que yo estaba allí, y me ha dado,
desde luego la culpa no ha sido mía…”, y sobre este esquema todo
más o menos igual. ¿No habrán sido
alguna vez los causantes del desaguisado…?
Es curiosísimo el problema que
tienen las personas, desde luego, una más
que otros de afrontar la responsabilidad grande o pequeña de los actos
diarios y afrontar las consecuencias si hay que afrontarla. Tal es, que siempre
se están excusando aunque nadie les pida explicaciones, aquí también puede
haber un intento de escapismo, siendo esta otra forma de eludir su
responsabilidad si esta existiera.
El Derecho Romano, cuna y base de
nuestras actuales normas de convivencia, recoge en sus sabios artículos, este
fenómeno sobre el que estoy tratando: EXCUSATIO NON PETITA, ACCUSATIO
MANIFIESTA, (Excusa no pedida, acusación manifiesta…).
Suelen estas personas contar con
una estimación muy baja de su yo, no tiene la personalidad asentada, teme a
todos y de todo, tienen una sensación de culpa constante y enfermiza.
Respondamos con gallardía de
todos nuestros actos y si tanto hemos acertado, como si nos hemos equivocado,
aceptemos las consecuencias.
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