El bloguero calvo ha vuelto y abre de nuevo el kiosco
Todo
lo que empieza termina, es ley de vida. Acabo de regresar de la capital de la
Isla de Gran Canaria en donde he pasado más de dos semanas largas de
vacaciones, como siempre placidas y tranquilas, pues esas tierras tienen para
mí las propiedades de un poderoso tranquilizante ya que calman mi estrés y
sedan mis nervios desatados por vivir en esta mastodóntica y enervante ciudad
llamada Madrid.
He
encontrado que la gente todavía sonríe o por lo menos no está tan tensionada como esta nuestra capital, los
servicios de autobuses (guagas), paran junto al bordillo y el acceder a uno de
ellos se hace con la tranquilidad de estar en una cola respetada por todos así
como la bajada de los mismos que se hace
cuando el vehículo se detiene y sin que el conductor empiece a bailotearlo tal
y como se realiza por parte de algunos de sus homónimos madrileños, con objeto
de acelerar la bajada de los pasajeros.
He
disfrutado de la gastronomía canaria (maravillosos pescados, quesos, platos de
la isla con añadido de frutos tropicales, ejemplo bacalao con aguacate y mango…
he bebido vinos isleños diversos, a destacar uno blanco de la Gomera proveniente de unas rarísimas
uvas, LA FORASTERA BLANCA, de cuyas cepas se tiene noticia histórica desde el
siglo XV.
En
la España peninsular sigue reinando la ineficacia, la tontería y la paleteria.
Se practica el posturismo político cara a la galería y se olvida la eficacia.
Cientos de calles en la ciudad cuyo pavimento es una verdadera cadena de
obstáculos para aquellos que osan transitar por ellas, produciéndose numerosas
caídas por estas circunstancias. Madrid centro, está sucio, muy sucio y lo veo
más que cuando me fui de vacaciones.
¿No
será un castigo a las familias que viven en estas zonas, por considerar que
tienen pensamientos políticos diferentes a los imperantes en el Ayuntamiento?
Empecemos
otra vez a observar la vida diaria y que Dios reparta suerte.
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