En la cola del Museo del Prado

Paseando por el maravilloso Paseo del Prado en Madrid, en un luminoso atardecer invernal, con un cielo  que bien podríamos decir velazqueño, nos encontramos a la altura del Museo, una gran cola que como si se tratase de un gran reptil aprisiona el edificio de Villanueva.

Las colas en una ciudad como Madrid son un hecho frecuente y se organizan por diversos motivos, comerciales, espectáculos en sus distintas manifestaciones, bodas y funerales de gente conocida y otros diversos. El examen de los componentes de las mismas nos va a dar una aproximación bastante exacta de la sociología de nuestros conciudadanos.

En esta llamémosle cola pictórica, nos encontramos primeramente con unas personas que con grandes aficiones artísticas  y pocos medios económicos, esperan el atardecer para disfrutar de tanta belleza de manera gratuita, pues a partir de dos horas ante del cierre, la entrada al Museo es gratuita. Realizan su espera con tranquilidad y emoción disfrutando de antemano de la visita.

Podemos ver familias con varios hijos que entretienen la espera jugando a la pelota o corriendo como diablos y de paso molestando a los que esperan. Dicen que para que te guste el arte hay que empezar pronto aunque yo pienso que esto es demasiado pronto. Para mí es más teñir con aire cultural ir gratis a un sitio y a si sacar a la familia de casa un rato para que se desfoguen…

Hay también personas jóvenes y mayores solas o en pareja procedentes  de cualquier punto de España, que han venido por primera vez a Madrid que dedican estas dos horas gratuitas a visitar el Museo para que luego no les digan que su viaje solo ha sido juerga, juerga y juerga. Para tener un testimonio gráfico se hacen fotografías con las estatuas de Velázquez, Goya y Murillo que hay a las puertas de entrada del Museo.





También salen personas, como auténticas balas, normalmente extranjeras, integrantes de excursiones o grupos que en su programa dedican un poco más de hora y media a ver el maravilloso monumento. El lema de algunos viajes “Visite quince países en veinte días”. Entre el entrar y salir de la gente, podíamos seguir describiendo curiosos especímenes humanos indefinidamente. 

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