Música al atardecer
Estos
tiempos, de los últimos días del mes de
octubre con el otoño y sus grises encima, nos induce al ensueño, a mirarnos
dentro, a pensar. El sol parece haber perdido su anterior viveza veraniega,
calienta pero menos, aquí sí que cabe, eso de calienta pero no quema, todos
estos pensamientos van pasando por mi cabeza, mientras paseo lentamente por
las calles rectas y bien trazadas de la
medieval villa alavesa de Laguardia.
Las pétreas casas-palacio, solar de las
principales e históricas familias de la localidad, con sus paredes jalonadas de
los maravillosos escudos que dan testimonio de la nobleza del lugar, son como
una guardia de honor, que me escolta durante mi ensoñado paseo, por las calles
de la histórica villa.
Me
asomo a cualquiera de los muchos miradores que jalonan el lugar y me doy
cuenta, la importancia defensiva que tenía Laguardia, en la planificación
defensiva de su fundador, el rey navarro Sancho VI, para poner a salvo sus
reino, de los ataques enemigos. Está localizada sobre una altura considerable,
siendo así una magnifica atalaya, para prevenir y desbaratar desde allí inesperadas
incursiones de fuerzas hostiles.
La
noche se va acercando rápidamente, la tarde languidece sin solución. Sigo mi
paseo, que va a terminar en la Capilla del Pórtico, (maravillosa obra gótica, tallada
en piedra a del XIV y policromada en el
XVII) en la espléndida iglesia de Santa María de los Reyes, donde se muestra
resplandeciente.
Cerca
del espléndido ayuntamiento, llegan a mis oídos, unos sones musicales que me
son muy familiares, procedentes de un bar situado en los bajos de un palacio.
Lo identifico, como es posible, se trata de “La música notturna di Madrid”
original del maestro italiano, natural de Lucca (1743) y muerto en Madrid
(1805), Luigi Boccherini, casi español por la naturaleza de sus obras alabadas
por Franz Joseph Haydn, como singular aportación al desarrollo de la música de
cámara.
Laguardia,
paisaje, arte, viñas, músicas y tradiciones. Hasta aquí las impresiones
imperecederas, algo deshilachadas eso sí, de un paseo inolvidable, amenizado
con música del XVIII.
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