El invierno en lontananza
El
tiempo va pasando lentamente, la luz cegadora y el calor agobiante de este
pasado verano, parece van quedando en el recuerdo, bochornoso pero recuerdo.
Estos cambios ambientales, tienen su correlato en la gente que parece menos
nerviosa y más cansada debido al mayor esfuerzo vital realizado en la canícula
pasada.
Las
calles van recobrando su nervio habitual, las gentes se afanan como hormigas
salidas de supuestos hormigueros buscando otra vez, el camino más rápido para
cumplir con su trabajo. Es de destacar,
el color de las personas, parece que acaban de llegar de la costa, aunque hay
algunas que llevan ya mucho tiempo reincorporadas a sus quehaceres habituales,
el color moreno que lucen (con ayuda
cosmética, en algunos casos) es verdaderamente de revista de papel cuché.
Las
primeras gotas de lluvia y el enfriamiento ambiental subsiguiente, les coge a
muchos urbanitas con las carnes morenas todavía al aire. Es el momento del
cambio de ropa, hay que usar prendas más gruesas, normalmente más oscuras y que
nos protejan más de la primera bajada de temperaturas, que comienza ya a
notarse.
El
consumo de alimentos y bebidas ligeras, disminuye drásticamente. Los platos de
cuchara se van imponiendo como alimentación diaria, dan más energía para
afrontar estos cambios de ambiente. El tráfico rodado en la ciudad, se van
haciendo paulatinamente mas difícil, denso y agobiante. Parece como si la
calle, se hubiera llenado por arte de magia de miles de rugientes vehículos,
que tratan de asustar a los peatones con los destemplados ruidos de sus motores
rugientes.
Vuelven
a aparecer los niños por calle (habían casi desaparecido en verano), que bien
solos o acompañados de sus familiares, se dirigen a/desde respectivos colegios
cargados como porteadores de caravana, con ingentes cantidades de libros que
transportan bien en gigantescas mochilas, cargadas en sus ya cargadas espaldas
o de modernos troleys adornados con dibujos infantiles.
Observando
todos estos hechos sociales, que ocurren a nuestro alrededor. Cuando termina el
verano, sentimos un sentimiento agradable de espera, es como volver a casa, a
descansar y reponerse. EN LONTANANZA SE DIBUJA EL INVIERNO, la estación del tan
necesario encuentro con uno mismo.
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