Castigados y sin moverse


Los niños son uno de los grupos de población más afectados por las alocadas medidas de confinamiento, en el domicilio familiar actualmente vigente, tomadas para combatir el ya pandémico COVID-19. Los niños, entendiendo como tal hasta los 12 años de edad, son seres que necesitan moverse y descubrir por sí mismos, cosas nuevas que sacien su curiosidad innata por todas las cosas que les rodean, el mundo se abre ante sus ojos atónitos y  sus manos juguetonas que tocan todo la habido y por haber, para conocer por sí mismos, su existencia (lo chupan, lo lamen, se rebozan en una palabra), se las llevan constantemente a la boca con el consiguiente peligro para su salud.  Es una parte movida y casi desesperante (sobre todo, para sus padres y familiares más cercanos) de su formación como personas adultas.

Después del auténtico castigo que ha supuesto para ellos estas medidas de confinamiento y que ha obligado a padres y personas más cercanas a hacer en algunos casos, funciones aparte de las filiales de psicólogo-domador de sus hijos, esperaban medidas gubernamentales .para que los niños salieran a la calle y se tranquilizaran.

Pero atención, estas medidas han llegado ya (después de varias desautorizaciones) y nos encontramos con la gran sorpresa de que solo pueden salir una hora al día, a un kilómetro de distancia, máximo de su domicilio habitual y con juguetes que podrán portar en sus manos,  pero no usar, ya que siempre tendrán que ir de la mano del mayor que los acompañe (que no podrá llevar más de tres criaturas y repito de la mano del mayor).

Ahora, que se aproxima su posibilidad de salida está apareciendo un nuevo problema. Los padres y familiares más cercanos, han tratado de justificar ante sus criaturas la imposibilidad de su salida a la calle, por que había en esta un “bichito”, que les podía hacer mucho daño y ahora que parece que se acerca la hora de su liberación “limitada”, tienen miedo de salir por si se encuentran con tan molesto “personaje” y les hace mucha “pupa” como les dijeron sus padres.




Por unos motivos o por otros, nuestros niños recluidos, castigados y sin moverse.

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