Hay que educar para la libertad
Las distintas generaciones de seres humanos,
que han hecho y hacen historia van llegando, ocupando, viviendo y muriendo en
un mundo en el que se desarrollan, sus historias particulares.
Los seres humanos, nacen con el instinto del
apareamiento, la procreación, el prolongar la especie. ¿Qué ideas llevan a los
humanos a esa procreación?. Por una parte prolongarse en el tiempo, es revestir
la vida con una idea de eternidad de que la raza humana, no se acaba. Cada
persona, busca algo particular, en esa idea de pervivir y superar en el tiempo,
que es ese procrear incesante.
Con el avance de la educación humana en
valores, se ha visto que la función fundamental de los padres, es educar a los
hijos para la libertad. Es como una familia de aves, que mientras los hijos son
polluelos y no saben o no pueden volar, los progenitores los cuidan, los
alimentan y los enseñan a volar. Cuando los polluelos crecen, comienzan a
realizar sus primeras pruebas voladoras, sus progenitores ven entonces que
pueden ya salir a enfrentarse a la vida y sus problemas, les dejan ya realizar
su fin vital.
Los humanos somos más complicados con un
egoísmo añadido. Muchos piensan que los hijos, recordando un pasado común hispano-judío,
son el sostén para la vejez y un remedio para la soledad, que de alguna manera
siempre son algo nuestro, dependiendo de nosotros en cualquier situación.
¡¡¡CRASO ERROR, QUE NORMALMENTE SE PAGA CARO!!!.
Pienso que en función de los valores
imperantes en el mundo desde épocas ya antiguas, los hijos no son de nadie.
Nosotros tenemos el delicadísimo mandato de recibirlos, educarlos y formarlos,
para que como los pájaros puedan ser libres, autónomos, señores de su destino
Hemos de fomentar por todos los medios a nuestro alcance, su autonomía, los
hijos deben volar con fuerza, brindándoles si es que la necesitan y nos la
piden, nuestra experiencia de viejos pájaros ya de vuelta de los muchos
difíciles vuelos que constituyen el routing de nuestra vida.
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