Inspección técnica de cuerpos (I.T.C)
Los
seres humanos, por más vueltas que le demos no son más que cuerpos pensantes
que con el paso del tiempo se estropean.
Por lo cual, hay que vigilarlos con asiduidad, por lo que la visita a una
clínica, se impone por lo menos, una vez al año. Deberíamos hablar de una I.T.C
(INSPECCIÓN TÉCNICA DE CUERPOS), sobre todo en personas de edad avanzada que su
cuerpo se ha resentido o se resiente por el paso inexorable del tiempo.
Yo,
estoy estos días una vez más, sometido a ese proceso de revisión anual, para
intentar controlar que dentro de la antigüedad de la estructura de mi cuerpo,
no se produzcan averías, que me puedan llevar directamente al “desguace” y que antiguas dolencias se
mantengan en silencio y no molesten demasiado.
Es
curiosísimo, el estado de ansiedad que se
produce en los días previos a la realización de las pruebas prescritas. ¿Tendré
algo? ¿Será grave? ¿Me harán daño? ¿Me incapacitara para hacer mi vida normal?,
piensas cualquier cosa y además terrorífica, menos que puedes estar bien..., la
hipocondría nos corroe, ¿a qué si?
Te
realizan los distintos análisis, placas, tomografías..., previstos. Primera
parte de la I.T.C hecha. Ya están en marcha todas las pruebas y datos clínicos necesarios,
para que el “Gran Chamán” (médico encargado) dictamine, si puedes seguir en
libertad provisional y vigilada (tienes que volver) durante un nuevo periodo, o
tienes que empezar a buscar papeles y preparar el gran viaje final.
Llega el día, “El Gran Chamán” (médico), te recibe en su
despacho-consulta. Estas nervioso, alicaído, triste...te pasa de todo. Entras
en el despacho, observas el rostro al doctor, que mantiene un gesto inexpresivo
me supongo para no dar pistas. Tiene un rimero de papeles, con todos tus datos
médicos, incluyendo las últimas pruebas. Se produce un silencio cortante y un tanto
teatral. ¡¡¡Que tensión!!!, escrutas el rostro del facultativo, que sigue
leyendo como si las miradas no fueran hacia él, esperando sus palabras inquietantes
o tranquilizadoras. Levanta la cabeza, sonríe levemente y dice con solemnidad
pontifical: “ESTA TODO BIEN, VUELVA USTED DENTRO DE UN AÑO, PARA SEGUIR
VIGILANDO EL PROCESO”.
¡¡¡Uhhh, que bien, que tranquilidad, durante un año, no
tengo que volver!!!.
Salgo a la calle, la ciudad y sus ruidos, me parecen un
concierto celestial.
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