Catar el vino


La vida actual, esta ordenada y mediatizada por una publicidad consumista, que lo cubre todo y a todos, haciéndonos consumir y hacer las cosas más inverosímiles.

Me refiero a la costumbre de salir a comer fuera de casa, bien con familiares y amigos, bien para celebrar algo de importancia para el grupo o bien por el hecho de estar juntos y hablar sobre temas de interés para  todos. Una comida o cena de este tipo, tiene rasgos de reunión internacional de alto nivel, hay que preparan con precisión milimétrica (que todos queden contentos, cosa por otra parte bastante difícil) hasta el más mínimo detalle.

Desde hace bastante tiempo, ha empezado en España, una autentica cruzada, para convertir al personal en refinados gourmets), lo que hace muy problemático comer a gusto  de todos, sin causar fricciones personales. Primer problema, elegir sitio. Nuestros conciudadanos, se han convertido en auténticos profesionales de los fogones (la ayuda de una popularísima y muy seguida emisión televisiva, sobre estas materias ha sido fundamental) y la elección del sitio puede ser explosiva.

La variedad de establecimientos de restauración, en Madrid es enorme, desde la clásica taberna-tascucho (donde a veces, prescindiendo de su aspecto externo, se pueden encontrar auténticas creaciones poco conocidas en el circuito) hasta los más selectos y reconocidos lugares, donde los reyes de los fogones, se encargan de deslumbrar a los comensales con sus “endiabladas creaciones”, normalmente recogidas en publicaciones de elite (Guía Michelin, el parnaso de los escogidos).

Si se trata de un grupo amistoso-familiar, habrá que tener en cuenta que los asistentes se lleven bien y que los lazos familiares, estrechen la relación y no la ahoguen, poniendo lejos entre sí, a los posibles  comensales discrepantes.

Una vez resueltos estos temas con más o menos fortuna, elegidos los alimentos a degustar e inclusive el vino, o vinos que regaran la comida. Llega el camarero con los caldos elegidos y hace con voz campanuda, una pregunta, ¿QUIÉN CATARA EL VINO?...




El grupo parece azarado, nadie contesta (aunque todos quisieran hablar, para demostrar su formacioncita vinícola televisiva y lucirse ante los demás). El grupo siempre al final, elige a un comensal, que salvo contadísimas excepciones, es el que menos sabe de vinos, para reírse un poco con las ocurrencias del sumiller aficionado, normalmente patochadas y empezar rápidamente, EL AGAPE, que aproveche.

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