¿Solos, sin remedio?


Se está dando actualmente la acentuación de un problema convivencial, que poco a poco está carcomiendo la base de las relaciones personales. Este problema, es la sustitución sin prisa pero sin pausa de personas profesionales, por artefacto digitales que realizan la misma labor, ahorran a los propietarios costes de trabajo y problemas  laborales.

El otro día, ojeando libros y  algunas revistas referentes a la distribución de productos para la casa y alimentos (perecederos y no perecederos) me di cuenta del cambio tremendo sufrido, desde la popular tienda especializada de barrio prácticamente desaparecida, hasta la gran superficie actual, pasando por el mercado de proximidad. También existe ya de manera permanente de comprar desde tu ordenador y eficientes compañías de distribución, nos ponen rápidamente el pedido en nuestro domicilio, el salir a comprar se acabó.

Pero, todas las cosas de  este mundo tienen un pero que es un poco la perdida de contacto con la realidad social del comercio. El ambiente, el ir y venir de la gente, el encontrar un  interlocutor válido para explicarle tus  necesidades, recibiendo información especializada por la suya. En los típicos mercados madrileños (hoy convertidos en gastro-bares muchos de ellos) se llegaban a establecer fuertes lazos de amistad, entre clientes y comerciantes influenciado por el trato diario (consejo de compra, incluido), eso parece va pasando y apagándose lánguidamente ante las nuevas formas de comercio sin dependientes que te auxilien.

Estamos ahora mismo, en la generación de las grandes superficies (supermercados, hipermercados...). Son almacenes enormes, cruzados por pasillos con pasillos, donde en interminables lineales se alinean ordenadamente todo tipo de productos, parecen formaciones de soldados esperando la revista de sus superiores, no hay nadie a quien preguntar algo, que nos aclaren dudas. Tenemos que tomar una decisión,  con todas sus consecuencias, no tenemos más información de la que dice el envase.

Es el “súper” un paradigma de la soledad cada vez más opresiva en la que nos encontramos los habitantes de la gran ciudad. Caminamos por el largo pasillo de la existencia, sin más ayuda que nuestra propia intuición fiándonos solo de nuestros pálpitos, no hay información, ni ayuda, solo nos queda mirar y acertar.




Produce angustia, preguntarnos ¿S0LOS, SIN REMEDIO? Y la vida no es un “súper”.

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