Del otoño, camino del invierno

 


De Madrid, la ciudad alegre, confiada y algo simple de siempre, ha comenzado a mostrar su metamorfosis anual, ahora le toca cambiar a una ciudad hosca, gris y chillona, llena de una multitud de gente con cara de pocos amigos y padecer del estómago.

Del rutilante, caluroso y sahariano verano, hemos pasado a trabajar otra vez después de las vacaciones bajo una luz de color ocre claro, lechosa producida por las nieblas, una intensidad lumínica más bien baja (producida por las fechas otoñales, que estamos viviendo) y lo difícil que es para muchos la vuelta a los problemas diarios (enquistados, mal gestionados y sin soluciones a la vista debido a la incuria, falta de capacidad ejecutiva y estrechez mental de nuestros gobernantes elegidos frutos de una ley electoral de “arriba las manos”…).


La gente a primera hora de la mañana camina cabizbaja sin mirar y fijarse con los que se cruzan en la calle (se miran, pero no se ven). Van buscando su puesto de trabajo que no saben si conservaran en el futuro, debido a la catastrófica administración de la anterior ola de COVID-19 (indemnizaciones, paros, etes, que no han sido abonados en su inmensa mayoría, poniendo en grave peligro su supervivencia personal y familiar.


El tiempo, es molesto (cae una finísima cortina de agua, teñida del permanente polvo ambiental) hace aire fresco y la humedad llega a los huesos, algunos escalofríos, alguien ante esto llega a pensar ¿tendré yo, el coronavirus?, masculla algún despistado caminante. Muchas precauciones, muchas tontas, mientras importantes como regular los transportes públicos en horas punta no se hace. La gente, va en los vagones del “Metro”, como auténticas sardinas en lata, los virus portados en los mismos parece que los espachurra el gentío, ¡¡¡UH, QUE PAIS!!!, pero eso sí, las casas de juegos y apuestas siempre abiertas, sin problemas ni condiciones en su horario de funcionamiento, será para que la suerte sea la única ayuda para intentar solucionar los “endémicos problemas” que nos afectan. “Es posible todo en este país”.


La gente, medio resignada a su suerte, se mete en ese reservorio de virus, que es el “Metro” para tratar de llegar a su destino, los transeúntes llevan los bajos de sus pantalones manchados de barro y mugre, estamos en otoño camino del invierno, pero los biempensantes, se consuelan, mientras tanto; VOLVERA A LUCIR LA PRIMAVERA (más tarde o más pronto y con permiso del CAMBIO CLIMATICO).

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