Madrid,”Socarrat”
Madrid y el sol inclemente de verano, forma como un dúo
inseparable que va haciéndose cada vez más patente con el paso de los años, los
siglos..., La paramera castellana, en la que está
ubicada la capital, es calcinada años tras año, durante los meses de verano y a
veces últimos de primavera, primeros de otoño, como propina, con temperaturas infernales que ponen a prueba el buen talante de los
madrileños, a pesar de la existencia del “botijo de agua fresca “ y del aire
acondicionado. Madrid es como una paella “socarrada”, pero sin su sabor.
Las
noches veraniegas madrileñas, tienen algo de “aquelarre de brujas”. Los
habitantes de la capital, están continuamente dando vueltas tanto en el hogar,
centro de trabajo o en la calle, buscando al “gran cabrón” que con su huida nos
hace pasar las de Caín. El fresco o fresquito que nos alivie de los ardores estivales
de esta ciudad quemada, se retira de esta paella socarrada, que es Madrid en
estos meses estivales.
Se crea un maléfico circuito de calor que continuamente va modificando y
manteniendo estas temperaturas de escándalo. El primer combate, entre el primer
aire fresco de la mañana y el sol naciente, es una victoria absoluta para el
astro rey, que se posesionara del asfalto, hará desaparecer el fresco ambiental
y volverá a aparecer a la caída del día, para suplir al sol ya inexistente, y
ocupar su lugar para seguir martirizando a los sudados habitantes de la Villa
del Oso y el Madroño, con calor mañana, tarde y noche. Este, ahora, proveniente
del asfalto y de los aparatos de aire acondicionado, que proliferan cada vez
más como guirnaldas en las ventanas y
balcones de los edificios capitalinos.
Las
personas caminan por las calle con caras adustas, pálidas (insomnio veraniego,
favorecido por el pegajoso calor) mal humor generalizado. Cualquier roce,
encontronazo o incidente nimio automovilístico, puede ser en muchos casos motivo de discusión, casi
una declaración de guerra su resolución. El calor extremo de la ciudad, nos
irrita (a pesar del aire acondicionado), nos disgusta y nos exalta en algunos
casos a las proximidades de la agresión personal.
Este
es a grandes rasgos, el ambiente “Socarrat” de esta atormentada ciudad. A ver si cambiamos “el Socarrat” ciudadano,
por el “Socarrat”de las paellas. Se lo deseo a todos mis convecinos.
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