Soneto sobre los pesares de un celoso
Yo no
dudo, Lisarda, que te quiero,
aunque
sé que me tienes agraviado;
más
estoy tan amante y tan airado,
que
efectos que distingo no prefiero:
De ver
que odio y amor te tengo, infiero
que
ningún estar puede en sumo grado,
pues
no le puede el odio haber ganado
sin
haberle perdido amor primero.
Y
piensas que el alma que te quiso
ha de
estar siempre a tu afición ligada,
de tu
satisfacción vana te aviso.
Pues
si el amor al odio ha dado entrada,
el que
bajó de sumo a ser remiso
de lo
remiso pasará a ser nada.
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