Por ahí y alrededores

El ser humano es un complejo conjunto que necesita tanto el sentirse en soledad como participar con los demás en una vida en común. El equilibrar estas dos tendencias, supone una parte importante de nuestro bienestar psíquico e inclusive físico, por eso la vida en compañía es tan difícil porque siempre intenta meterse alguien “en el santa sanctórum” de nuestra vida interior.

A todas las edades normalmente hay alguien que quiere saber del otro, lo que ellos no dicen nunca, lo que constituye su vida íntima. Se empieza desde la adolescencia : ¿a dónde has ido, cuando ha salido un rato?. ¿Con quién sales o has salido?, ¿quiénes son tus amistades? ,¿en qué te gastas el dinero que te doy?... Preguntas típicas y tópicas que en plan de ametralladora hacen los padres a sus hijos adolescentes en esas situaciones, con lo que se convierten  en una especie de jueces justicieros, cuando normalmente no han hecho nada digno de reproche. Nadie quiere estar siempre delante de un juez, el silencio y las mentiras se imponen, comienza a surgir una murallita de silencio, que normalmente va a ir creciendo con el paso del tiempo.

No sería mejor dirigirnos a nuestros adolescentes y jóvenes, de la siguiente manera: “Lo que me interesas eres tú y que no te perjudiques ni perjudiques a los demás, con tú vida que como tuya tienes que dirigir tú, y no meterme yo” lo único que siempre quiero saber es que estas bien y confiar en que si tienes algún problema, tengas la suficiente confianza, para que me lo digas por si te puedo ayudar.









La reacción de un hijo mío entonces en una edad adolescente juvenil, me dio una clave importante, empezaba a salir sin nosotros a pasear bien para ir a algún sitio o con sus amigos, le preguntábamos siempre al volver: ¿dónde has estado? Contestación ¡¡¡ en la plaza de… y alrededores!!!, como para vigilarlo.

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