¡¡¡ A mí no me manda nadie!!!

Las personas vivimos en un mundo habitado por otras personas. Como tal en sociedades gregarias, como dicen los psicólogos, sometidos a unas normas de comportamiento que facilitan la convivencia tanto familiar, como social. 

Uno de los problemas de la convivencia tanto familiar como social es la disparidad de caracteres de las distintas personas. Esto crea choques vivenciales entre ellas. Las personas con una personalidad de carácter perfectamente formado hacen todo lo posible e inclusive lo imposible para evitar choques y convivir de manera ordenada con los demás.

Existen personas generalmente con una  autoestima muy baja que se rebelan, no saben que la convivencia es una cadena de dar y pedir, un día das una cosa y otro día recibes, otra a cambio. Su falta de facilidad para la convivencia la suplen a base de gritos, es la manera de hacerse notar en el grupo ya que no tienen otra.  ¡¡¡ A mí no me manda nadie!!! .

Existe también la personalidad caprichosa y egocéntrica, como se dice popular y castizamente: “a su sí, que no haya no”. Siempre se tienen que salir con la suya, tienen que vencer ya que no saben convencer, si ven que lo que desean conseguir por diversas circunstancias a lo mejor no lo  logran, cosa que no  pueden consentir se ponen a gritar.

Si hay alguien que les  quiere reconvenir y poner de  manifiesto lo anómalo de su conducta, se ponen como fieras, hasta ahí podríamos llegar. No  hacen caso e inician un soberano concierto de gritos con objeto de amilanar al otro y evitar que siga diciendo, lo que no quieren oír. ¡¡¡ A mí no me manda nadie!!!









Pienso que todo esto tiene una fácil solución, que debemos practicar todos: Nadie tiene siempre razón. Con gritos no se resuelve nada y si razonando, nadie  es más que nadie. Creo que así, el ¡¡¡A mí no me manda nadie !!! , no volverá a sonar en nuestras vidas.

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