“Me han chupado la sangre”
No
voy a contar entrevistas con vampiros o seres de otros mundos que me han venido
a visitar, para pedirme les dejara proveerse de mi propia sangre para
alimentarse, ni ha sido ningún empresario que me ha ofrecido una gran trabajo,
a cambio de un pequeñísimo sueldo, ejemplos clásicos de chupópteros, sino que
sencillamente me han extraído sangre para analizarla y así intentar controlar
mejor mi gloriosa ancianidad.
La
cita a hora muy temprana en el Centro de Asistencia Primaria, al que nos
dirigimos con el ánimo súper decaído, es muy temprano, no hemos desayunado y esto
resta cualquier atisbo de energía para iniciar el día. Llegamos y hablo en
plural porque voy acompañado de mi hija, a la que también hay que extraerle
sangre, nos hemos cruzado ya en las cercanías del Centro, con gente en parecida
circunstancias a nosotros, que se dirigen al mismo sitio y a lo mismo.
Nos
encontramos con la cola correspondiente para llegar a la ventanilla, donde una circunspecta y poco
discreta empleada recoge citaciones y nos provee de una bandejita de cartón,
con los papeles de control y los tubitos que las personas encargadas de las
extracciones tiene que llenar con nuestra sangre para analizar y dar los
resultados correspondientes al facultativo que los pidió. Digo lo de poco
discreta sobre la empleada, por algo. ¿Por qué se dirige a mi hija sobre mí,
“ten los papeles de tu abuelo”, si soy
su padre? .A mí no me importa nada, pues al oírlo, me puse a tararear el famoso
“abuelito dime tú…”. El sonrojo de la empleada de campeonato…
Me
llega el momento de la extracción que se hace de forma magistral y con plena pericia
por parte de quien la realiza.
Veo
fluir mi sangre por los tubitos y algo se desvanece en mi interior, no existe
la nobleza de sangre azul, a pesar de que mi madre me decía que yo era muy noble,
pero mi sangre fluye roja en lo que veo una prueba más de la igualdad de todos
los humanos.
Abandono
el Centro de Asistencia para recuperar la energía perdida, pues como he dicho
estoy en ayunas.
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