El vino del fin del mundo (y 3)

…Se pueden clasificar a los pueblos por su específico carácter como bebedores; pues bien, los gallegos están entre los más poéticamente devotos, son una nación de sabios bebedores. Y en su vino, la “gran dama del lago”, es la uva albariño. Aunque su origen se pierde en la niebla de la historia, se dice que en el siglo XII llegaron los esquejes a Galicia desde el Rin traídos por monjes del Cister.

Fuera autóctona o importada la uva albariño es la uva del Atlántico y de su clima especifico; no se puede pensar en otra uva mejor para renombre a los grandes vinos de “Las Rías Baixas”. Es una de las variedades blancas españolas de más calidad aunque sin llegar a las cotas de las universales Chardonnay o Riesling.

Es una cepa  de porte postrado, pero como se conduce en alta espaldera, esta no es una cuestión clave. Sus hojas son orbiculares de tamaño medio, y el seno peciolar está muy marcado y abierto en “V”. El racimo es pequeño y abierto y el pedúnculo, bien visible. Las uvas son de tamaño medio, color verde amarillo y forma ovoide. Su pulpa es jugosa, y da un jugo incoloro de sabor neutro. Tiene un ciclo largo de brotación temprana y maduración tardía o casi tardía, pues se vendimia en condiciones meteorológicas normales en la primera semana de octubre.









Los mejores albariños, de color amarillo verdoso, desprenden elegantes aromas florales y especiados; frescos al paso por boca, con un tacto glicerinado y sabroso, dejan un gusto aterciopelado y destacan por su amplitud de  matices. Los albariños jóvenes de embotellado precoz presentan aromas de piña madura, plátano o pomelo, por lo que resulta aconsejable esperar al menos siete meses después de la cosecha para la puesta en botella, con lo que el vino gana en complejidad.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Segovia es asado, el asado es Segovia.

Tempus fugit

Saber retirarse a tiempo