El vino del fin del mundo (1)
Al
sur del Finisterre gallego, el mar entra en el continente europeo por las RIAS
BAIXAS. Sus costas recortadas, sus olas de roca y mares de piedra se encuentran
con bravura y estruendo; más allá de las RIAS BAIXAS está el gran océano
atlántico, y más allá aún, Norteamérica.
En
el Finisterre, el clima septentrional y el océano han configurado una condición
climática única; el clima es atlántico puro, de alta pluviometría, con una gran
humedad ambiental.
Los
suelos son de roca pura, en su mayoría granito, excepto en la franja de
Sanxenxo, O Rosal y Tomiño, donde, como son buenos valles costeros, encontramos
una acumulación aluvial suelos arenosos y pedregosos también- que enriquece las
tierras aún más.
Las
viñas de cultivan en las en la típicas parras, sostenidas por altas espalderas
buscando la exposición foliar al sol, tan necesario para la vid en estos
climas.
Las
temperaturas son moderadas, con 14º C de media anual, aunque a mediados y
finales del invierno hay mínimas muy duras en torno a los 0ºC. Las viñas buscan
las “ladeiras” más soleadas, las expuestas al sol como en el Rin, de ahí el
refrán gallego “se queres colher bom vinho, planta a vinha cara a solinho”.
Las
variedades cultivadas en las poco más de 4.000 hectáreas, es la reina LA
ALBARIÑO y, además, la Loureira, Treixadura y Caiño Blanco, aparte de las
autorizadas Torrontés y Godello. Y aunque también están autorizadas las tintas,
las Rías Baixas son zona de blancos.
La
D.O, Rías Baixas fue creada en 1988. Su ámbito geográfico es el espacio de los
valles y rías que conforman los ríos Ulla y Miño y la ría de Vigo. La ampliación de la D.O, fue
reconociendo e incorporando las diversas partidas y concejos donde se elaboraba
albariño solo o con vinos de Loureira y Treixadura. La incorporación también de la D.O, Rosal fue definitiva y ha
empujado a estos vinos hasta la cima de los mejores blancos del mundo…
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