Cinco sonetos de un cura mujeriego (2)
Tiernos
enamorados ruiseñores,
enseñadme
a cantar tristes endechas;
cárceles
verdes, de esmeraldas hechas,
con
dulce parto producid colores.
Pomposos
cedros de olorosas flores,
ramas
de mirra en lagrimas desechas,
sin
repararen celos y sospechas,
cubridme,
pues me veis morir de amores.
Para
ver si le busco enamorada,
se fue
mí labrador; sin su presencia,
ninguna
luz, ningún lugar me agrada;
y aunque en todos asiste por potencia,
Un
alma a sus regalos enseñada
¿cómo
podrá sufrir de Dios la ausencia?
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