La burla y Quevedo
A una nariz
El que seguramente es el poema
burlesco más conocido de Quevedo, (dedicado a su otro hora protector, el
Conde-Duque de Olivares, convertido en su enemigo y perseguidor) se lee en la
versión que recogió González de Salas, en el Parnaso (musa VI Talía). El tema
de la composición, con antecedentes entre los epigramistas griegos, de burlas a
las deformidades físicas o rasgos caricaturescos, pero Quevedo lo actualiza
mediante las alusiones al judaísmo desde la coordenadas ideológicas de su
tiempo. El soneto constituye, por otro lado, un cumplido ejemplo del
conceptismo quevediano y su capacidad para ofrecer una visión grotesca de la
realidad. Todo esto fue el origen de un proceso, que terminó con los huesos de D.
Francisco, en las frías celdas de San Marcos de León.
Érase
un hombre a una nariz pegado,
érase
una nariz superlativa,
érase
una nariz sayón y escriba,
érase un
peje espada muy barbado;
era un
reloj de sol mal encarado,
érase
una alquitara pensativa,
érase
un elefante boca arriba,
era Ovidio
Nasón más narizado.
Érase
un espolón de una galera,
érase
una pirámide de Egito,
las
doce tribus de narices era;
érase
un naricisimo infinito
muchísimo
nariz, nariz tan fiera
que en la cara de Anás fuera delito.
Comentarios
Publicar un comentario